(RECOGIENDO FIRMAS)

En Première Peau, recogemos firmas únicas de perfumistas inspiradores.

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No seguimos tendencias. Recogemos las firmas de cada perfumista.

Cada fragancia es una composición audaz.

Redactada como un manifiesto.

autores y creaciones

Tenemos suerte.

Tenemos la suerte de trabajar con personas cuyas manos, corazón y ética dan forma a todo lo que hacen. Para nosotros, el perfume nunca ha sido cuestión de mercado o tendencia: se trata de encontrarse con seres humanos que llevan dentro un fuego, una delicadeza, una visión. Cada perfumista con el que colaboramos es un autor, a veces un amigo. No es un nombre en una fórmula, sino una persona que se atreve a traducir lo que más le conmueve en algo invisible pero inolvidable. Aportan su paciencia, sus dudas, sus obsesiones. Aportan su arte. Y para nosotros, estar cerca de ese proceso, presenciarlo, es un privilegio.

Crear no es una estrategia. Es un acto frágil de fe. Es el momento en que alguien ofrece una parte de sí mismo, y tenemos la responsabilidad de acogerla, protegerla y compartirla con respeto. Por eso hacemos lo que hacemos. No para llenar estanterías sin fin. No para alimentar el ruido. Sino porque amamos la creación y creemos en las personas que la hacen posible. Nos sentimos orgullosos: no del “resultado”, sino de las amistades, la confianza y los momentos compartidos de asombro que hay detrás de cada fragancia.

Momentos de pasión.

A veces es solo un día juntos en el estudio. Alguien trae café, otro se ríe demasiado alto. El perfume está ahí, en silencio, y buscamos la manera de mostrarlo. Sin pulir, sin posar: solo la gente alrededor, sus ideas, su calidez. Trabajamos con fotógrafos, escritores, artistas, amigos… personas jóvenes y mayores que aportan su mirada, sus manos, su presencia. Nada forzado.

Solo gestos, luz y tiempo compartido. Al final, no solo quedan las imágenes, sino la sensación de que algo se ha compartido. Un pequeño fragmento de vida, y nuestra pasión, que estamos orgullosos y felices de ofrecerte junto al perfume.

París, pero renovado.

Estamos entre París y Deauville. Pero no esperes postales de la Torre Eiffel ni fachadas Haussmann convertidas en etiquetas de perfume: esa no es nuestra historia. París no es solo romanticismo en tonos sepia. Es ruido, diversidad, estudios underground, artistas de todos los rincones del mundo chocando en una ciudad. Esa es la París en la que vivimos y la que respira a través de nuestro trabajo.

Nuestras creaciones se embotellan en el Oise, a las afueras de la capital. Nuestro estudio está junto al mar, en Normandía. Nuestra operativa fluye por París: no como postal, sino como cruce de caminos. Colaboramos con personas de distintos países, disciplinas y vidas. Somos parisinos de corazón, pero nunca encerrados en ello. Refleja un mundo, no una herencia.

Trabajando con artesanos.

Nuestra botella no es un objeto de diseño. Es fuego, vidrio y manos. En la fábrica, trabajamos con personas que dominan su oficio mejor de lo que las palabras pueden explicar. Hay una señora mayor a la que adoramos que aún maneja el soplete como nadie más: firme, precisa, sonriente como si la llama fuese una amiga. A su alrededor, los artesanos más jóvenes aprenden, fallan, ríen y lo intentan de nuevo.

Cada curva de vidrio, cada imperfección corregida, lleva su aliento y su paciencia. Es un trabajo frágil. Un error y la pieza se viene abajo, pero también es alegre (aunque, eso sí, algo estresante). Al final de un largo día, cuando el horno se apaga y las botellas se enfrían, lo que queda no es solo un objeto: es la prueba de que las manos humanas aún pueden crear algo atemporal.